Las excursiones del CAS y Club Navaín tienen todos los ingredientes necesarios para pasar unos maravillosos días de montaña. Más aún cuando disfrutamos de varios días (y noches) compartidos en las ya tradicionales travesías de varios días que nos permiten descubrir otras bellezas montañosas de este país, que es el segundo más montañoso de nuestra querida Europa, y que nos permiten saborear las diferencias de paisaje y descubrir lo mucho que nos une también.
En este caso, el objetivo han sido los Picos de Urbión en Soria.
El primer día de la travesía, confluimos todos los participantes el viernes 1 de julio de 2016, muchos ya conocidos, otros entrañables amistades que hemos iniciado o desarrollado, desde distintos puntos de partida (Aínsa, Boltaña, Huesca, Barcelona, Zaragoza…), con la habitual puntualidad que caracteriza al grupo, hasta llegar al primer punto de salida junto a Ucero, provincia ya de Soria.
Una vez enfundados en nuestras botas y mochilas, tomamos camino del Mirador de Gulluríes, desde donde se podía contemplar tanto el vasto pinar soriano como las magníficas paredes graníticas verticales de la zona. Siguiendo camino por el Cañón del río Lobos bajo un inusitado calor (sí Minerva, en Soria hace algo más de fresco, pero no aquel viernes…), llegamos a la impresionante Ermita románica de San Bartolomé, que vive acompañada de la cueva del “cíclope”, topónimo autoatribuido por sus grandes dimensiones y su misteriosa forma.
Siguiendo el curso del río Lobos, que merece la pena acompañar desde la ermita el tiempo que nos permita la jornada, llegamos a un remanso donde pudimos recuperar fuerzas de la insolación, y acabar con las reservas de agua y vino del grupo. A la vuelta, con la poca hidratación restante, aún pudimos disfrutar de las preciosas ventanas de erosión que nos ofrecían estas rocas graníticas por encima de la señalada ermita, para delirio de nuestra mirada e imaginación.
De regreso por un camino circular (gracias CAS y Navaín por este maravilloso gusto por las excursiones circulares), cogimos camino al Hostal Santa Inés en Vinuesa, el cual se convirtió así, y con las sabias dotes negociadoras de Enrique, en nuestro cuartel de operaciones, y residencia sidrera durante estos días. Con todo esto, 5 horas de excursión, 240 metros de desnivel, y una deshidratación que supimos suplir con varias sidras en lotes (costumbre asturiana ya adquirida de Picos de Europa el año anterior), cerramos un primer día con un grupo tan heterogéneo como es costumbre en nuestras excursiones, donde tiene cabida el más jovenzano pubertino hasta engañosos jubilados que tienen mejor forma física que cualquiera, y aún mejor humor. La montaña reúne así de forma tan natural a todas las generaciones, y cada uno es capaz de proyectar en ella sus más hermosos ideales de amor, naturaleza y compañerismo.
Al segundo día, nos dirigimos al punto de partida de Castroviejo, donde aprovechamos a calentar piernas en el precioso mirador del mismo nombre. Insisto en que estas piedras erosionadas resultan oníricas y fascinantes, y acaso hubiésemos podido quedarnos inmersos en sus formas todo el día, si no nos hubiese podido el ímpetu de conocer la cuna del río Duero, origen de tan buenos caldos y cultivos, donde llegamos apenas 2 horas de ascensión posterior.
Desde la cuna del Duero, osamos subir a lomos del rey de los picos de la región, el pico Urbión, tras 3 horas de ascensión razonable y progresiva, que domina a 2.228 m. el territorio plagado de esculturas graníticas y amplios bosques al fondo. Tras hacer nuestros pinitos fotográficos a 360º sobre la cima, nos dirigimos hacia la Laguna Helada (ya no en estas fechas), donde disfrutamos de un momento de unión colectiva, en una siestecilla conjunta de 20 minutos, disfrutando de un sol más benévolo y menos ardiente que el del día anterior, y algunos de entre nosotros de sus acogedoras aguas, menos frías que lo que su nombre indica.
Así seguimos el camino de descenso, siguiendo de reojo desde la cresta a la hermana menor de esta laguna, la Laguna Larga, en paralelo camino, hasta llegar a las orillas de la magnífica Laguna Negra, donde terminamos nuestra excursión tras 7 horas desde nuestro inicio. Gracias a la pericia de nuestros organizadores (siempre gracias a José María, José Ramón y compañía), esta vez la excursión también fue circular, y así estaba dispuesto con coches a ambos extremos del recorrido para tal efecto.
Al final, terminamos regando nuevamente el día con sidras de vuelta a Vinuesa, y dimos una vuelta por el pueblo, casualmente en fiestas, como la misma capital soriana. Aprovechando tal coyuntura, la cena se siguió de emocionados cánticos (ahí estuvisteis Eva, Manolo y José María entonando…) y de la preceptiva verbena de pueblo en la Plaza Mayor, donde nos olvidamos del cansancio en las piernas para marcarnos unos pasodobles, cumbias y algunos gin-tonics para terminar de poner el broche a tan variado e intenso día.
Con esto, el domingo ya nos despertamos a horarios menos montañeros, y con el dulce regustillo de estos preciosos días compartidos, insisto, entre amigos ya conocidos, entre nuevas amistades iniciadas, y con el deseo de compartir muchos más días así en el futuro.
Así, rematamos estos días con una fugaz visita a las fiestas de Soria capital, y cerramos la travesía 2016, con el deseo de coincidir todos nuevamente el año que viene, acaso por Gredos, además de en tantas nuevas aventuras que el CAS y Club Navaín nos seguirán deparando entre medio. Un abrazo a toda la fraternidad de montañeros, y un brazo amigo tendido para quienes se animen en la siguiente excursión.
Andrés Olloqui
CAS-NABAÍN