Llega el otoño y con él la caída de las hojas, la recogida de castañas y nuestra propuesta
anual para conocer una nueva zona de Navarra.
Este año nos hemos quedado en la muga con Zaragoza. Estábamos tan cerca, que
creíamos que quizás el plan no resultaría tan atractivo para la gente como visitar otras
zonas más características de la región. Pero sorprendentemente no ha sido así.
El epicentro del fin de semana ha sido el Monasterio de Leyre. Cuna del Reyno de
Navarra, y joya del arte románico. El conjunto monumental alberga la iglesia, el
Monasterio nuevo, donde viven los monjes benedictinos y el monasterio viejo,
reconvertido en la Hospedería donde nos vamos a alojar.
Somos 33 los compañeros que nos reencontramos un año más, viniendo de diferentes
puntos de la península: Asturias, Valencia, Barcelona, Zaragoza y Huesca, para disfrutar
de la montaña, la gastronomía y la cultura navarra.
El plan previsto para el sábado es recorrer la Sierra de Leyre de este a oeste. Y ¿a que
hay más días que longanizas? Pues quiso la casualidad que justo ese mismo día se
celebrara en Leyre una Trail. Que además, recorre la sierra de este a oeste coincidiendo
en gran parte de su trazado con el que teníamos pensado hacer nosotros. Toma
longaniza!
Cuando tu idea es visitar una sierra sin grandes pretensiones de altura, te imaginas
paseando tranquilamente, disfrutando de las vistas y la naturaleza. No esperas
encontrarte con voluntarios, puestos de avituallamiento y 300 personas corriendo a tu
alrededor. Que esto es Navarra, vale, pero no venimos a correr los encierros! Después del
primer sofoco, y de ponerlo en conocimiento de todos, decidimos que quizás lo más
inteligente sería modificar un poco el plan previsto, y hacer la ruta de oeste a este.
A las 8:45h somos 31 los compañeros del Cas-Nabaín que salimos andando desde el
monasterio hacia la cima del pico Arangoiti. El camino gana altura rápidamente,
permitiéndonos disfrutar de las vistas sobre el pantano de Yesa, casi tan vacío como el de
Mediano. Subimos a paso tranquilo, charlando y disfrutando de las carrascas milenarias,
que poco a poco, después del collado o paso del buey, se convierten en un impresionante
hayedo.
Hacemos cima sobre las 10:30h, recibidos por los voluntarios de la carrera, además de
por las míticas antenas que coronan los 1.356 metros de altura del Arangoiti, cumbre de la
sierra. A pesar de que la temperatura es cálida, el cielo está plagado de nubes, y el viento
sur sopla a momentos sopla con fuerza, haciendo que nos pongamos y quitemos las
chaquetas constantemente.
Descendemos por el mismo camino hasta unas praderas donde almorzamos un poco y
nos empapamos de las explicaciones de Kike de lo que viene siendo un cabalgamiento de
manual. Este año, después de echarles la bronca porque un montañero no puede ir sin
bota al monte, hubo tanto vino como gente! Y nos lo bebimos bien a gusto a gargalé.
De repente, aparece el primer corredor. Nos venimos arriba, le jaleamos y animamos.
Empezamos a caminar y siguen apareciendo más. Al principio bastante espaciados, pero
poco a poco el goteo se va haciendo mayor. Les vamos dejando paso, animando, e
incluso siguiendo en algunos tramos. Con un poco de paciencia conseguimos llegar al collado, donde ya se bifurcan nuestros recorridos. Eso sí, vamos con bastante retraso
respecto del horario previsto.
Una vez que nos quedamos solos, seguimos el cordal del monte en dirección este. Es un
tramo un poco técnico. El camino apenas es visible entre las hojas de las hayas y los
grandes bloques de roca plagados de musgo, pero lo disfrutamos a cada paso.
Nos asomamos al mirador de la cruz de Castellar, y seguimos por el mismo cordal hasta
llegar al paso del Oso. Un rincón sorprendente donde la roca forma un gran arco con
vistas al valle. La caída impresiona, y más, cuando el embudo formado por las rocas
canaliza el viento, estremeciéndonos con su ruido y levantando una gran polvareda.
Volvemos por nuestros pasos hasta el portillo de la Cerrada, donde comemos un poco
recostados en una ladera. Aquí cogemos la Cañada Real de los Roncaleses por la que
bajamos en poco menos de una hora, de nuevo al Monasterio.
Nuestros asturianos, acompañados de Ana, Isabel y Mihaela han preferido pasar el día
más tranquilos, y se han ido a visitar la Foz de Lumbier. Menuda sorpresa cuando
bajamos y nos los encontramos esperándonos, con dos cajas de su exquisita sidriña
casera!! El arte de Jose Ramón escanciando, apoyado en un árbol, intentando vencer al
viento sin remojarse los zapatos, no tiene precio. Qué alegría nos habéis dado!
Por nuestra parte, quisimos tener un detalle con todos y con la naturaleza. Ya que esta
preciosa Sierra ha sufrido por duplicado este verano la lacra de los incendios, regalamos
pequeños robles para que cada uno lo plante donde mejor le parezca.
Nos tomamos unos culines, y rápidamente recogemos el chiringuito y vamos a visitar
Leyre.
Nuestro querido Kike nos explica con todo lujo de detalles, la “cripta”, la iglesia y la
puerta Speciosa. Si ya sabíamos de su pasión por la geología, el románico no se queda
atrás. Transmite pasión a raudales, y nos quedamos embobados escuchándolo.
Después de una duchita la mayoría nos acercamos a las vísperas. Aunque no seas
mucho de misa, el fuerte olor a incienso, y el monótono canto gregoriano de sus 13
monjes, en un entorno como la iglesia de Leyre, apenas iluminada, le pone los pelos de
punta a cualquiera.
El domingo nos levantamos y después de desayunar nos dirigimos a Gabarderal. Un
poquito más adelante dejamos los coches y comenzamos a andar desde Torre de Peña.
La ruta recorre otro tramo de la Cañada Real de los Roncaleses en su camino hacia las
Bardenas. La seguimos hasta llegar al cambio de vertiente, donde tomamos un camino
que va hacia el este por el cordal de la sierra. Hoy la vegetación si que nos recuerda que
estamos muy cerca de casa: buxos, chinibros, caixigos.. si no por el fuerte aire sur que
sopla, cualquiera diría que estamos bajo peñas.
Seguimos el camino que poco después se convierte en pista, y nos lleva a la entrada del
despoblado de Peña. Abandonado desde los años 50, mantiene la iglesia y dos o tres
casas en pie. Ubicado sobre un rombo de roca conglomerada, orientado hacia el sur, en
medio de una enorme masa boscosa.
El cementerio apenas tiene 4 lápidas, pero una de ellas es curiosa ya que pertenece al
capitán Walker. Un aviador ingles, de la Royal Air Force cuyo avión fue alcanzado por la artillería alemana durante la II Guerra mundial, y que sufrió un terrible accidente en las
inmediaciones del pueblo.
La vuelta la hacemos sin tanto rodeo, bajando directamente hacia el norte. Llegamos a los
coches a las 14h, y nos acercamos a comer a La Torre de Liédena, que nunca defrauda.
Nos despedimos con un nudico en la garganta, alargando los abrazos. Sabiendo que nos
llevamos recuerdos y vivencias que quedarán en nuestra memoria para siempre, y que
cada año que pasa las amistades son más numerosas y más fuertes.
Una vez más agradeceros a todos vuestras ganas de aportar y de compartir. Mención
especial para los asturianos, que aún sin venir a las rutas, han querido compartir tiempo
con nosotros. A Enrique, Juanfe, Laura y Miguel que, sin poder quedarse todo el finde,
nos han acompañado en la excursión del sábado. A Kike por sus múltiples explicaciones,
y a todos por confiar un año más en nosotros, venir a disfrutar y dejaros sorprender.
Como dice Mentxu, este año ha sido un maridaje de bosques navarros con cantos
gregorianos.
Se os quiere muchachos.
Sandra y Dani.
P.D. La ruta del sábado salieron 13,5 km y 865m de desnivel y la del domingo 12,2 km y
520 metros de desnivel.
