Ruta circular en el entorno de Ascaso del CAS y el Club de Montaña Nabaín

Descubrir rincones poco frecuentados y testimonios de la vida que durante generaciones se ha desarrollado en incluso en los enclaves más austeros de nuestro Pirineo eran algunos de los objetivos de la ruta circular Ascaso-Ascaso, programada por el Club de Montaña Nabaín y el Club Atlético Sobrarbe para este pasado domingo, 29 de abril. Y se cumplieron sobradamente esas expectativas. La fuente de Albarosa, la faixana de Santa Marina o el camino de los Carboneros fueron algunos de los descubrimientos que ofreció a muchos de los caminantes este recorrido por el inagotable -en rutas, rincones y hallazgos- mazizo de Nabaín. La excursión se convirtió además en una completa sesión de “nabainología” gracias a la presencia de Toni Medina -que preparó la ruta- y de Oscar Ballarín, dos destacados “nabainólogos” empeñados en abrir antiguos caminos y en hacer visible el legado dejado por las generaciones pasadas en esta montaña que, ya en su origen geológico, quiso tener algo de especial. El pliegue anticlinal -“de Jánovas o de Boltaña”- que levantó sus laderas lo hizo -recuerda el profesor del Campus de Huesca José Antonio Cuchí- en dirección norte-sur, frente a la tendencia general este-oeste, formando una muralla, atravesada luego por el río Ara, que marcó además el límite entre dos espacios sedimentarios diferentes: el dominado por las turbiditas, al oeste, y el liderado por las margas, al este.

Partimos junto al reloj de Sol de Ascaso, en una mañana todavía fresca, conscientes de que esta sierra, central en la comarca de Sobrarbe y al sur de las cumbres de Ordesa, tiene una marcada personalidad. Atravesamos las bellas pozas de su barranco, por su rústico puente de piedra, junto a la recuperada fuente de la Figuera. Nos dirigimos por senda bien marcada hacia el Mesón d’o Piojo para sin llegar a él, girar al norte pasando por las inmediaciones de la masada Carruesco. En la collada Larrey -donde dice la leyenda que los jóvenes de Sampietro asaltaron a un rey moro- dejamos a la derecha el reabierto camino de Yeba, para dirigirnos por la divisoria hacia la collada del Pozo, la plana del campo Boltaña y, por un escondido sendero que pretenden borrar las buxeras,  hasta la fuen d’Albarosa, ya en la cara norte. Junto al verde de sus aguas y rodeados de pinos y zerolleras, disfrutamos de una preciosa panorámica del mazizo de Treserols, mientras nuestros guías nos hablan de antiguos caminos, viejas casetas y bancales ganados a la ladera -hoy en desuso- o de la compra colectiva de tierras por siete de las casas del pueblo de Moriello, buscando mejorar su subsistencia.

El cuello de la Forquialla, el prau d’Estallo o Patrostallo, los pozos de nieve casi colmatados y el arranque de la preciosas faixana de Santa Marina -con sus vistas sobre el hayedo de la cara oeste- nos llevan a la cumbre de Nabaín (1799m). Disfrutamos brevemente de sus excelentes panorámicas junto a la ermita y la explanada donde acudían a encontrarse en la romerías los vecinos y vecinas de Buerba, Yeba, Ascaso, Moriello de Sampietro, Gallisué, Tricas, Albella, Lacort, Jánovas o Campol; vistamos los parapetos de los combatientes republicanos en la Guerra Civil y nos dirigimos hacia el sur en una calurosa jornada. En el esbarro de O Lavallo abandonamos el camino de Ascaso para dirigirnos hacia Jánovas. El camino de los Carboneros -con las plataformas circulares donde consumían la madera- y el carrascal de Peña Zuala nos acercan a los corrales de Latre, ya en la ladera del desfiladero del Ara. Finalmente recuperamos la altura perdida por el camino de Ascaso a Jánovas que limpiamos hace unas semanas. Han sido más de 17 kilómetros y cerca de 1200 metros de desnivel, los recorridos por 16 caminantes en una infrecuentemente calurosa jornada para un mes de abril.

Juan Rodríguez Bielsa

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