Hemos ido bajando todos. Nada más acabar el primer rapel estaba el segundo de 40 metros escalofriantes. Mauricio ha vuelto a ser el primero, luego Pedro y luego mi padre que cuando estaba por mitad rapel ha decidido parar para hacer una foto colgado. Mientras sacaba el móvil, con Alberto y mi hermano le hemos gastado una pequeña broma que era soltarlo un poco y hemos echado unas risas. Habíamos bajado todos cuando había un paso algo difícil, por un árbol arrastrado por la lluvia en mitad del barranco; habíamos pasado todos menos Mauricio y pensamos que era mejor apartar el árbol, así que cogimos unas cuerdas y estiramos hasta apartarlo.
Cruzamos el puente del Mono, que creemos que se llama así porque cuando lo cruzas estas muy mono como un mono. El puente eran dos sirgas de acero, una encima de la otra, separadas como un metro, pero que se separan cuando te cuelgas de una con los pies en la otra, aunque lo peor no es estar colgado sino lo que se mueven tan lejos de suelo. ¿Divertido? Creo que la foto que me han hecho la voy a subir también al Facebook.
Por la vía ferrata hemos vuelto al coche, con un solecito tibio y delicioso.
Por Blas Chéliz