El lenguaje de Iñaki no se expresaba con palabras, lo suyo era un diálogo especial con la montaña a la que amó. Se encontrara donde se encontrara, la montaña siempre era la misma,   estuviera en Sobrarbe, en los Alpes o en Kazajstán. Los socios del CAS nos sentimos honrados cuando se incorporó a nuestra familia, ahora sentimos el dolor de su ausencia. Encontramos en él una estirpe de montañero que creíamos extinta, él nos enseñó el valor de los sueños y la lealtad de un amigo. Gracias Iñaki. Descansa en paz  
Iñaki,

Hoy el hielo esta más frío.

El hielo.


El lenguaje de Iñaki no se expresaba con palabras, lo suyo era un diálogo especial con la montaña a la que amó. Se encontrara donde se encontrara, la montaña siempre era la misma,   estuviera en Sobrarbe, en los Alpes o en Kazajstán. Los socios del CAS nos sentimos honrados cuando se incorporó a nuestra familia, ahora sentimos el dolor de su ausencia. Encontramos en él una estirpe de montañero que creíamos extinta, él nos enseñó el valor de los sueños y la lealtad de un amigo. Gracias Iñaki. Descansa en paz  
Iñaki,

Hoy el hielo esta más frío.

El hielo.

Un estremecimiento íntimo de pliegues azulados lo ha atravesado de parte a parte en una perfecta línea vertical.

Directa.

¿Cuánto azul cabe en los icebergs perdidos que vagan por la montaña?.

Nadie lo sabe. Tu tampoco lo sabías.

Ni siquiera la montaña.

Entendiste que es un caleidoscopio en fuga continua.

No basta con abrazarlo.

Iñaki: a ti, al menos,   no  te bastaba.

Ni con sonrisa de niño

ni con dos brazos de acero.

Siempre escapa. Siempre cambia.

Ni con el cuerpo calcáreo y el alma cristalizada.

Tu hielo siempre cambiaba.

Quisiste abrir otra vía €¦
 
Ahora, Iñaki, ya lo sabes.

Nosotros sólo sabemos

que lloraba La Fuenfría.
 

José Miguel Chéliz

 

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