SÁBADO DÍA 1. SE HIZO LA VUELTA CIRCULAR BARROSA-MINAS DE LIENA-COLLADO-CAMINO LAS PARDAS-PUERTO Y VALLE DE BARROSA
Foto de Familia en Minas Liena. Faltan Jesús Espuña (fotógrafo), Gorri y Angel Vidal y su perra Vera
LEVITANDO POR LOS ABISMOS DE LA FAJA DE LAS PARDAS (Excursión por Barrosa el 1-10-11)
Hemos empezado a andar a las 7:30h desde el Hospital de Parzán, donde comienzan las últimas cetas de la carretera hacia el Túnel de Bielsa, ahora reconvertido en tapón para que las gentes de Sobrarbe y Hautes Pyrenées no se meneen mucho y eviten mareos. Los primeros pasos por la pista de Barrosa los damos todavía en penumbra, bajo un alba tímida que no acaba de despuntar. Apenas 300 metros de pista y un cartel indica hacia la izquierda el camino que conduce a las minas de Parzán.
Lo tomamos e iniciamos un exigente ascenso por un bosque que se amarra a una ladera casi vertical. El día es claro, límpido y el sol asoma por la vertiente opuesta, por el circo de Salcorz. Lanza un par de rayos y ¡zas, magia! ¡El bosque es naranja! De la oscuridad hemos pasado a sumergirnos en un habitáculo natural de luz irreal. Los fornidos pinos, el musgo apenas intuido, el camino, nosotros mismos, ¡todos naranjas! Los follez (duendes) no han podido ser porque la perreta Vera, inquieta, noble y fuerte como sus dueños Angel y Nacho, los ha espantado ya. En realidad es el saludo del cielo a los 21 excursionistas de los clubes sobrarbenses Nabaín (Boltaña) y CAS (L’Aínsa) que ascendemos con el ritmo ligero de nuestra guía Chus hacia unos destinos que con este comienzo no pueden ser sino maravillosos. Esta mujer, además de simpática y lista, es un prodigio preparando rutas.
El tono naranja se extingue en el silencio otoñal, mientras la pendiente persiste en su ascenso vigoroso. Tras poco más de una hora de marcha paramos a tomar un refrigerio. Bueno, Enrique, a echarse un cigarrico. Yo creo que fuma para andar en vez volar. Lo de este hombre es increíble. Desde este recodo ya se atisba el testigo herrumbroso y callado de los sufrimientos que labraron las minas de plomo, plata y hierro. Son las pilonas, los cables y las cubetas colgadas del teletransporte del mineral. Un lamento de óxido. A mí me sacude un escalofrío porque leo en su podredumbre triste el mensaje del dolor de los mineros que salpicaron de sudor y sangre este rincón agreste e inhóspito de nuestro Pirineo. Lo mitiga la vista hacia el otro lado del valle de Bielsa, donde se dibuja la silueta de Punta Fulsa y la escenografía perfecta del valle de Trigonier.
Seguimos camino y las laderas se transforman en riscos. El sendero se hace aéreo por momentos. La montaña se confunde con el vacío y la perreta Vera y Angel desaparecen por entre los recovecos de las paredes de la Sierra de Liena, en busca de esas fotos de ensueño con que nos suele deleitar. El bosque va cediendo y aparece la áspera ladera antes de llegar al collado. Allí la montaña llora. Los escombros de las antiguas minas son las lágrimas vertidas por la tierra violada, rota y abandonada. Asoma el último vestigio de la antigua explotación: una torreta que parece jugar con nosotros. Ascendemos y ascendemos y parece alejarse, dice Sandra. Serán los follez huidos del bosque que la mueven hacia arriba. Al fin, poco antes de las 10:00h la asaltamos. José Mari logra organizar unas fotos de grupo y se reanuda la marcha para llegar al collado de Liena sobre las 10:15h, donde unos cuantos deciden descansar mientras otros viramos hacia la izquierda para hollar el pico de La Mota (2.580 mts) tras una suave ascensión desde el collado de apenas diez minutos. Fotos, meada en la cumbre y momentos de éxtasis: el día es diáfano y la vista, espectacular. Sobre todo, la del macizo de Treserols. Saludo y charro un rato a solas con mi padre, que mora allí desde que se fue de aquí abajo.
Almuerzo colectivo en el collado con la vista puesta en el paso de Las Pardas, nuestro próximo objetivo. Abajo, la montaña de Ruego, que invita a una esquiada interminable, aunque ahora sólo hay tasca y unas pequeñas lagunas en trance de desaparición si no llegan las ansiadas lluvias. Tras reponer fuerzas, una senda en suave descenso nos conduce hasta las Pardas. A las 11:40h topamos con el enorme monolito de caliza que vigila el paso. Su gesto adusto advierte del riesgo que se esconde ahí detrás, pero el chorro de luz que se refleja en sus paredes es también una invitación a recorrer la faja que ciñe las paredes del circo de Barrosa. Allá vamos.
¡Y empieza el espectáculo! Durante casi dos horas levitamos por los abismos. Una senda, ¡qué senda!, una micro plataforma de piedras rotas rasga los paredones y nosotros aprovechamos sus mínimos huecos para asomarnos a riscos de final invisible, para arrodillarnos ante extraplomos que amenazan con caernos encima si no respetamos sus particulares reglas del equilibrio. Las sensaciones son fascinantes. Pisamos sobre escuetas superficies, sujetos a las rocas o a las sirgas de seguridad, mientras los sarrios nos saludan cientos de metros más abajo. Sorprendente sensación la de volar por encima de los sarrios. Aunque poco después, una manada apostada en los riscos más altos e imposibles del circo nos recuerdan quiénes son los reyes de aquel territorio sobrenatural. El pico de Robiñera, luego La Munia y por fin Tremouse gobiernan este sendero que por momentos se hace imaginario ¿pisamos la tierra o el vacío? Impresionante, emociones fuertes no aptas para personas afectadas por vértigo.
Rodeado el circo, un grupo iniciamos la ascensión de los repechos que conducen hacia el puerto de Barrosa (2.534 mts), adonde llegamos hacia las 14:00h. El paisaje de la cara norte es fantástico: los ibones de Barrosa, las paredes de Tremouse, con su franja blanca y sus torretas inaccesibles, al fondo La Vallée de la Gèla. Sopla una incómoda rasca, pero el momento es precioso. Unos cuantos deciden comer allí y otros volvemos para reencontramos con el resto del grupo que no ascendió al puerto. Es magnífica la anarquía organizada que preside estas excursiones. Ya casi a las 15:00h, una cuadrilla nos apostamos en la ribera del río Barrosa y comemos, con algún baño incluido. El grueso del grupo se recompone un poco más abajo, en el refugio de Barrosa y emprendemos un suave descenso por este valle de ensueño, lacerado por los destrozos causados en bosque y ribera por la explotación hidroeléctrica que lidera el que fue presidente de la Expo 2008, el belsetán Roque Gistau. Menos mal que aquella muestra zaragozana iba de desarrollo sostenible…
A las 17:00h llegamos a los coches. Han sido nueve horas y media de exigente marcha por una ruta de rocas colgadas entre el cielo y la tierra que nos despidieron, estando ya en el fondo del valle, con unos juegos de luces y sonrisas gigantes dibujadas por los rayos ponientes del último sol. Inolvidable Barrosa.
En el casino de Lafortunada culminamos jornada con el ya tradicional cerveceo de fin de excursión. Algunos hasta nos atrevemos a jugar al frontón y al futbolín. Es la energía invisible que transmite este grupo de gente fantástica.
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